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El mensaje emocionó a los cibernautas.
14 Ene 2015
Madi Baker es una joven estadounidense que al salir embarazada a los 19 años, fue abandonada por su novio quien la dejó sola con toda la responsabilidad antes de dar a luz.
En el texto recogido por el portal Thought Catalog, la joven cuenta su historia y los sentimientos que tuvo que superar para dejar de lado el rencor hacia su expareja y seguir adelante para hacer feliz a su hija.
La carta:
“(…) Sin importar si te das el tiempo para sentarte y leer esto o no, me gustaría darte las gracias. Gracias por todo lo que has hecho y gracias por todo lo que me has dado.
Ahora, si te conozco de la forma que creo hacerlo, probablemente te estás preguntando por qué te doy las gracias. Después de todo, me abandonaste ¿recuerdas? Pero eso es exactamente por lo que te agradezco. Al haberme abandonado de la forma que lo hiciste, me has dado muchas cosas.
La mayoría de las personas a los 19 años se divierten y viven su vida universitaria al máximo. Mis amigas hablaban de chicos con los que querían salir, fiestas en las que habían bailado con demasiadas personas y noches en las que bebían tanto, que no recordaban nada después. Solía envidiarlas, solía tener celos.
Solía sentarme en mi cuarto los sábados en la noche, con 6 meses de embarazo, y te maldecía por haberme puesto en esta situación. Sabía que ibas a los bares, sabía que andabas por ahí embriagándote y juntándote con esa morena… Y por cierto, deberías saber que sé la razón verdadera por la cual no viniste al hospital a verme: estabas demasiado ocupado emborrachándote en una fiesta de Halloween.
Dejando eso de lado, he aceptado que hayas decidido no ser parte de la vida de nuestra hija después de haber estado tres años juntos y me abandonaras al saber que estaba embarazada. Solía odiarte por ello.
Pero me gustaría agradecerte porque al abandonarme, me diste la posibilidad de experimentar la felicidad de criar a nuestra hija y eso es algo que no tengo como pagarte.
Gracias por dejarme darle a nuestra hija el amor y el afecto suficientes como para que no se diera cuenta de tu ausencia. Gracias por haberle dado esos ojos café oscuro que miro antes de que se duerma todas las noches. Gracias por haberte ido en el momento en el que lo hiciste, porque ambos sabemos que igual nos hubieras dejado tarde o temprano y de esta manera, ella no supo que era tenerte, sólo para luego sufrir con tu ausencia.
Gracias por darme una gran historia para contarle cuando sea hora de hablarle de sexo, para decirle que acostarte con alguien no hará que te ame más y que embarazarte no hará que se quede contigo. Puede que me sienta mal con sólo escuchar tu nombre, pero no hay día en el que no te agradezca haber hecho posible que ella existiera.
Pero más importante aún: gracias por forzarme a crecer.
Dejar la universidad que amaba para ir a la universidad estatal que estaba cerca de mi casa no era el plan ideal que había imaginado para mi futuro. Trabajar tiempo completo, tomar clases de noche y estar despierta toda la noche con un bebé que no paraba de llorar no era necesariamente lo que había pensado que estaría haciendo a los 19. Sin embargo, no cambiaría nada. Al haberme dejado, me permitiste encontrar a alguien mejor para mí, alguien que compatibilizaba con la situación que vivía. Alguien que quería ayudarme y que no sentía miedo ante mi situación.
Gracias por hacerme reevaluar mis prioridades, por permitirme entender que whisky con Coca Cola es el trago de mi pasado y que los jugos son mi futuro. Gracias por permitirme comprender que escuchar a una pequeña niña hablarme siempre le ganará al sonido de un DJ en una fiesta universitaria. Gracias por enseñarme que miles de pañales sucios son más preferibles a despertarte solo y con el vómito de la noche anterior.
Me hiciste crecer, me permitiste ver no sólo que podía ser una mamá increíble, sino que también podía ocupar el rol de padre. Ser madre soltera ha sido uno de mis logros más grandes porque me ha demostrado que soy capaz de cualquier cosa. A veces extraño la vida que solía tener, la que compartía contigo. Pero luego la realidad me golpea, y la pequeña niña que ni siquiera quisiste conocer, me mira y me sonríe. No me puedo imaginar no tenerla y no la cambiaría por nada del mundo.
A los 19 estaba asustada, y sabía que tú también, pero yo no escapé. En vez de deshacerme de la situación, seguí adelante y superé los obstáculos que se me presentaron. Un día, cuando sea mayor y entienda mejor las cosas, se dará cuenta que fui yo quien la crió, que fui yo quien se sacrificó.
Así que gracias por seguir con tu vida y ser el ser humano egoísta del que mi padre siempre me advirtió. Nuestra relación nunca fue un cuento de hadas, pero al menos conseguí tener una pequeña princesa. De alguna forma, me diste mi propio cuento de hadas, una vida llena de felicidad y un ‘y fueron felices para siempre’ con mi hija. Me has enseñado que a veces el príncipe azul no es quien salva a todos y te hace feliz: A veces, el príncipe azul es una pequeña niña con un lazo en su cabello que te dice ‘mami’.